3 de Junio de 1861
Muerte de Melchor Ocampo, Santos degollado y Leandro Valle.
Don Melchor Ocampo, que había
renunciado al Ministerio de Relaciones del gobierno de Juárez, debido a
maniobras del intrigante Miguel Lerdo de Tejada, se retirò a su hacienda de “Pomoca”,
en el municipio de Maravatìo, Michoacàn, donde fue aprehendido por el salteador
español Lindoro Cajigas que había sido administrador de la hacienda de Arroyo Zarco
y se había unido al conservador Leonardo Màrquez con gente y caballos. Con lujo de fuerza y mil vejaciones, don
Melchor es conducido a pie hasta la haciendo de Jaltenango, en Tepeji del Rìo
donde hoy es fusilado y colgado de un pirù, por órdenes de Màrquez y Fèlix
Zuloaga.
Este asesinato,
cometido en la persona de un hombre filantròpico, de honradez acrisolada, que a
nadie había hecho mal, y cuyo único delito era profesar ideas liberales, causò
horror e indignación en todo el país.
Después de
movimientos populares tumultuarios, durante los cuales fueron destruidas
imprentas de perìodicos conservadores y de vehementísimos discursos
pronunciados en la Càmara de Diputados, a la que se llamó a informas al
Secretario de Relaciones sobre las medidas tomadas por el gobierno para
castigar el crimen, se concedió permiso a don Santos Degollado, a quien se
procesaba por haberse apoderado de una conducta, para tomar las armas, a fin de
perseguir a los asesinos, y contra las disposiciones terminantes de la
Constituciòn se declaró a estos fuera de la ley, ofreciéndose una recompensa de
diez mil pesos y el indulto a quien les diera muerte.
El general Santos
Degollado, enviado en persecución de los asesinos de Melchor Ocampo, es
derrotado en los Llanos de Salazar por el coronel Buitròn, y más adelante cae
asesinado en una emboscada. Su cadáver
es sepultado en el panteón de Huixquilucan.
Otra columna militar
salida de México con el mismo objetivo (castigar a los asesinos de Ocampo y
ahora también de Santos Degollado) a las òrdenes del general Leandro Valle fue igualmente
derrotada por Leonardo Màrquez en el Monte de las Cruces, quien, por
instrucciones de Zuloaga, dispuso que Valle, a quien se había hecho prisionero,
fuera también pasado por las armas. Su
cadáver es conducido a la capital donde se le rindieron todos los honores.
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